Es suficientemente conocido por todos que en la adolescencia se vive un proceso de cambios no solo físicos o biológicos sino emocionales y psicológicos que causan revuelo en el interior de la persona adolescente, así como en su entorno.
En esta etapa se desarrolla el pensamiento abstracto y eso les da mucha más habilidad para argumentar y para pensar simbólicamente por sí mismos, de allí que empiezan a desarrollar la capacidad de argumentar todo. Su modo es cuestionarlo todo.
El desarrollo cerebral en esta etapa hace que muchos adolescentes experimenten un aumento espectacular de su capacidad de aprendizaje, de crear, de tener flexibilidad cognitiva para adaptarse a las distintas situaciones, de tener ideas brillantes y propias; pero esta capacidad intelectual está muy influenciada por sus emociones y sus propios intereses. De allí que se pueden volver retadores, rebeldes, impulsivos, contestones, y libres en su actuar.
Este incremento en la capacidad crítica del adolescente puede resultar de gran relevancia para resolver adecuadamente la función fundamental de esta etapa de la vida, que no es más que construir la propia identidad. De diferenciarse de los demás.
Todo adolescente quiere ser único y para ello necesita ser libre, para hacer lo que quiera en el momento que quiera. Necesita su libertad, necesita separarse del vínculo primario para poder independizarse como persona.
Del mismo modo los padres necesitan aprender cómo transitar esta separación para que no sea traumática o tan conflictiva para ninguna de las partes. Es allí que entran los límites como una herramienta necesaria que tenemos los padres para regularizar las conductas desadaptativas o disruptivas que puedan surgir tras esa libertad.
Los límites son esa línea que demarca una propiedad, un espacio o una consecuencia si se traspasa la frontera.
Aunque puedan parecer incómodos y engorrosos establecerlos son absolutamente necesarios en esta etapa de la vida. Estos permitirán aclarar las responsabilidades de cada una de las partes, su manera “adecuada” de andar y de comprometerse con sus conductas.
Los límites son saludables, implementarlos le brinda al adolescente estructura y seguridad, aunque no les guste las nuevas normas. No establecerlos en la rutina diaria permitiría conductas más complicadas de manejar a futuro. Más rebeldía, mayor desapego, conductas vandálicas, trasgresoras, desadaptativas, agresivas, generadoras de bullying entre tantas otras.
Algunos ejemplos de temas susceptibles de negociación en la actualidad son: el exceso en el uso del celular y la exposición a las redes sociales, la asistencia a lugares nocturnos, la hora de llegada de una fiesta, etc. Por eso negociar con ellos y establecer límites en estas circunstancias es una necesidad.
Parte del rol de los padres es ser educadores, un rol que va más allá de ser amigos de sus hijos, poner límites, mostrarse firmes y seguros frente a las normas que se establezcan no implica de ninguna manera falta de amor ni tampoco autoritarismo. De hecho, el establecimiento de límites en la adolescencia es la manera más inteligente de educar con asertividad sin llegar al conflicto permanente.
Por: KARINA MONSALVE | TW @karinakarinammq IG @psic.ka.monsalve
Deja aquí tus comentarios o sugerencias