Podemos ser tóxicos para con nosotros mismos y no solo para los demás, algunos malos hábitos nos perjudican y podemos ser autodestructivos sin ser plenamente conscientes de esa carga tóxica que diariamente nos damos.
A veces lo olvidamos, pero sucede que nuestro peor enemigo somos nosotros mismos. En lugar de brindarnos apoyo, nos sumergimos en un pantano de culpa y vergüenza. Por ejemplo, cuando nos convertimos en víctimas de abuso o nos encontramos en una relación poco saludable, seguimos creyendo obstinadamente que nos lo merecemos todo. ¿Cómo puedes darte cuenta si esta es tu situación y qué puedes hacer a continuación?
Empecemos por lo principal: la víctima nunca tiene la culpa, nunca. Estamos dispuestos a repetir esto una y otra vez, aunque lamentablemente, esto no niega el hecho de que a menudo actuamos de manera irresponsable con nosotros mismos.
Ignoramos los focos rojos, permitimos que otros violen nuestros límites (incluidos los físicos), soportamos el dolor, la falta de respeto y el hecho de que no se satisfacen nuestras necesidades básicas.
Los causantes de esto podrían ser nuestros miedos o, por el contrario, una profunda creencia de que podemos cambiar a la persona que nos daña, que nuestro amor lo conquistará todo. En ese caso vale la pena considerar el siguiente hecho: quizás no es solo la persona que te daña la que es tóxica. Quizás nosotros mismos somos tóxicos para nosotros mismos y el perpetrador usa esto en contra nuestra.
También es responsabilidad nuestra el cómo permitimos que los demás nos traten, entender nuestras necesidades y ser capaces de transmitirlas a los demás. Entonces, si deseas que tu próxima relación sea saludable y segura, es mejor comenzar por ti mismo.
¿Cuáles son las señales de que puedes entender que eres tóxico para ti mismo?
Determinados patrones en nuestro comportamiento repetitivo puede manifestarnos que no estamos siendo sanos para nosotros mismos, lo cual significaría que actuamos de manera tóxica, pero para con nosotros.
1. No pones tu propio bienestar entre tus prioridades
Nos enseñaron que ser egoísta es malo y que debemos ayudar a los demás. Pero muchos nos dimos cuenta demasiado tarde de que nadie nos daría prioridad si no lo exigíamos en primer lugar. Si vives preocupándote del bienestar de los demás, te adaptas a las necesidades de tu familia y amigos, sin pensar en las tuyas propias, esto significa que lo más probable es que seas tóxico para ti mismo y es hora de cambiar.
Por supuesto, después de años de ignorar los intereses propios, no será fácil, pero no hay otra forma de proseguir. No se trata de convertirte en el «centro del universo» de manera narcisista y descuidar por completo los intereses de otras personas. Pero es hora de que finalmente te respetes y te cuides.
2. Dudas de tu juicio y percepción de las cosas
Hay cosas que entendemos instintivamente y “sentimos en nuestras entrañas”: por ejemplo, cuando alguien a primera vista nos resulta desagradable, o una situación es alarmante. Este «sensor» incorporado está diseñado para protegernos.
Y si tratas de ignorar tus señales, tratando de explicar racionalmente por qué te estás mortificando, te estás poniendo en peligro a ti mismo. Aprende a confiar en ti mismo y a actuar instintivamente si tienes la sensación de que algo anda mal.
3. Te enfocas demasiado en lo que los demás piensan de ti
Crecemos y nos desarrollamos como parte de la sociedad. A medida que llegamos a la adolescencia aprendemos a realizar los primeros juicios sobre nosotros mismos, dependiendo de lo que los demás piensen y digan de nosotros. Sin embargo, un adulto necesita un equilibrio entre la autoevaluación externa e interna.
Estamos acostumbrados a pensar que en el mundo moderno todos observan de cerca lo que hacemos, en las redes sociales o en la vida real. Desafortunadamente, o afortunadamente, este no es el caso. Todos están demasiado ocupados con sus propias vidas, y la mayoría definitivamente no se preocupa por nuestros problemas en lo mínimo.
Está bien buscar retroalimentación adecuada de los demás, pero no la conviertas en tu única fuente de juicio sobre ti mismo. No dejes que otros te hagan pensar que no eres lo suficientemente bueno.
4. No sabes cuáles son tus límites o no sabes cómo marcarlos
La víctima (nuevamente, ¡ella nunca tiene la culpa!) a menudo tiende a poner excusas para justificar el que alguien traspase sus límites. «Es que él no sabía», «no lo decía en serio», «no quería lastimarme en absoluto». La víctima guarda silencio si está herida, solo para evitar conflictos. Así que, tarde o temprano, todas estas violaciones de límites se convierten en la norma, y los límites mismos serán cada vez más borrosos.
Es importante determinar por ti mismo lo que necesitas, lo que es importante para ti y qué tipo de tratamiento nunca tolerarás de nadie. Y debes transmitir esto claramente a los demás. De lo contrario, existe el riesgo de que la otra persona, tarde o temprano, traspase tus límites, incluso sin quererlo. No insinúes. No esperes a que la persona lea tus pensamientos o adivine. Habla en voz alta, de manera clara y directa.
5. Te conformas con menos de lo que realmente necesitas
«Aceptamos el amor que creemos que merecemos», escribió Stephen Chbosky en The Good to Be Quiet. ¡Qué razón tiene! A menudo nos enamoramos de personas similares que nos causan el mismo dolor una y otra vez, porque estamos seguros de que eso es todo lo que valemos. Aceptamos un compromiso, considerándonos indignos de amor, atención y una relación normal.
6. No sabes cómo decir NO
Hay una gran cantidad de personas incapaces de decir que NO: tanto los empáticos, los que siempre y en todo se esfuerzan por complacer a los demás, como los que no tienen ninguna confianza en sí mismos. Al decir «sí», en cierto sentido, eligen el camino más fácil: evitan los conflictos y parecen «buenos» a los ojos de los demás.
Pero al aceptar constantemente las solicitudes de los demás, te privas del tiempo y los recursos para determinar lo que realmente deseas. Cada «no» es una oportunidad para decir «sí» a mil cosas diferentes. Pero en cambio, priorizas los intereses del otro y te sometes a la voluntad de los demás.
Aprende a decir que no, hazlo con confianza y con frecuencia, y sin el menor arrepentimiento. Esta es la mejor manera de construir una relación saludable con la persona principal en tu vida: tú mismo.
Fuente: Mente Asombrosa
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